Shakti Pad: la etapa del Practicante
La tercera etapa del Practicante es la más crítica, trascendental y desafiante de todas. Las opciones que presenta y la transformación que impone de la propia capacidad, determinarán si el discípulo progresará hacia la maestría, permanecerá como aprendiz o abandonará el camino. En la disciplina espiritual, esta etapa es conocida como la prueba del ego o la prueba del poder.
En esta etapa el alumno ha acumulado experiencia, ha puesto a prueba las reglas, ha almacenado consciente e inconscientemente nuevos hábitos y habilidades, y se encuentra abrumado por ello. El practicante necesita ahora fijarse una meta, una motivación y comprometerse conscientemente con una serie de valores. También necesita aprender a dar prioridad a sus opciones, para distinguir inmediatamente qué pasos son avances hacia esa meta y cuáles no lo son.
En la fase de aprendiz, cada tarea te era asignada por tu mentor. Como practicante la opción es tuya. Como aprendiz aprendiste que existen muchas reglas para muy diversas situaciones. Como practicante debes crear reglas propias.
Esta etapa es parecida a la adolescencia. El novicio es un recién nacido y el aprendiz un niño pequeño. El practicante es el adolescente dispuesto a cambiar la reglas, que se arriesga a hacer cosas diferentes a las del pasado. Es una etapa creativa y peligrosa. Como el adolescente suele querer elegir sin asumir las consecuencias de la elección, el practicante puede tomar decisiones sin compromiso. El practicante que aprende a comprometerse, a sobreponerse a las dudas y discernir los valores correctos, conquistará esta etapa.
Shakti Pad es una prueba de poder. El practicante observa, de cada situación, todos los hechos y todas las opciones, para actuar conscientemente desde la totalidad, o desde parte de la totalidad de la situación. Esta es una habilidad crítica. La habilidad perceptiva de este momento es la capacidad de percibir las implicaciones de la totalidad de las opciones y la información disponible sobre cada caso. Actuar inconsciente o incorrectamente a partir de una parte reducida de la totalidad de cada situación, es un error fatal. El practicante yerra cuando elige un valor o meta que le «gusta», que encuentra más interesante o estimulante, en vez de aquello que lo acerca a la meta superior hacia la que se encaminó inicialmente.
La experiencia de este tipo de decisiones es a veces incómoda y temerosa. Está llena de incertidumbre y puede llenar de dudas al practicante. Es un momento existencial tan agonizante como la pregunta por el «ser o no ser» de Hamlet, una cuestión de identidad y compromiso. Las decisiones hay que tomarlas alcanzando una visión amplia de la situación y sabiendo discernir el verdadero significado de las posibles opciones.
El ego y los apegos del practicante son el mayor obstáculo de esta etapa. Imagínate a un conductor a quien le da tanto placer conducir su coche que se resiste a ver hacia donde va en los mapas, a decidir su destino. La sensación de conducir le seduce tanto que no es capaz de tomar una decisión consciente. Cuando esto sucede en la vida espiritual, se produce un rechazo hacia el mentor o Maestro que te dice que continúes, que no pares si quieres alcanzar tu destino. El practicante que no pasa la prueba de Shakti Pad, negará a su Maestro o mentor. Se encontrará lleno de dudas sobre el valor de lo que ha hecho, hasta que, en consecuencia, dudará también de la sabiduría del Maestro.
El verdadero desafío de esta etapa es conquistar la duda. Hay que crear una acción en la que toda tu mente te apoye en el camino que elegiste. O sea, hay que crear un compromiso. Hacerte responsable de las elecciones y decisiones que has tomado. El resultado de esas elecciones, para bien o para mal, será tu responsabilidad. Todo lo que hacemos es elección personal. No podemos escudarnos en una visión cósmica del desapego. Si rehuimos las consecuencias de nuestras acciones, detenemos el proceso de crecimiento y aprendizaje.
En términos espirituales, esta etapa requiere dar un salto al vacío. Es el momento en que eliges seguir por tu propio deseo, los valores espirituales que marcan el camino que sigues. Hasta este punto, el alumno ha estado desapegado de sus elecciones. Cuando eres novicio, sigues las reglas. Cuando eres aprendiz, estás ocupado aprendiendo las excepciones. Pero como practicante tú eliges cómo usar todo lo que has aprendido y con qué conciencia y actitud lo haces. En el camino del yoga, muchos alumnos abandonan al llegar a esta etapa porque sienten que, por su empeño, han ignorado o rechazado partes de sí mismos a las que no quieren renunciar. Otros desarrollan un gran ego espiritual y se sienten completos, autosuficientes, aun cuando el maestro les advierte de la fragilidad de tal actitud. Otros desaparecen en silencio porque sienten que son la excepción a las reglas, que no necesitan seguir las disciplinas.
Los que tienen fe sobreviven esta etapa. Los que pueden vigilar sus distracciones y reorientarse en su camino, lo pasarán con facilidad. En esta etapa se puede quedar seducido por la satisfacción y el poder alcanzados. Si no pierdes de vista el camino y el objetivo por los que comenzaste, saldrás de esta etapa con gran fuerza y con una determinación inquebrantable.